Resumen de un viaje a Australia



Antes de escribir esto empecé unas cinco veces lo que están a punto de leer. La verdad es esta:

En Colombia yo fui y soy un afortunado. Estudié en universidad, me gradué, aprendí muchas cosas de la educación superior y luego de haber cometido ciertos desaciertos en mi vida, recibí la oportunidad de ir a Australia.

En Australia llegué como un ciudadano de quinta categoría por ello de venir de una de las zonas de mayor conflicto del mundo, y fue por esto que dentro de esta sociedad muchos de los límites estaban dentro de mi mente, porque consideré que yo sería tenido por menos, pero si en algo se caracterizan los australes, es que para ellos la gante es igual, así la comparación sea entre el gerente dueño de una compañía o el minúsculo empleado recién contratado.

Al llegar sucedió algo que no tenía planeado, no conseguí trabajo. Siempre escuché cosas desde afuera, y estos fueron los cantos de sirena iniciales. "En Australia se va a cansar de tanta oferta de empleo", y puede que esto sea cierto, pero yo no era el único que iba a hacerlo, junto a mí habían millones más de inmigrantes con millares de hojas de vidas mucho más completas que la mía. El empleo se consiguió luego de muchos intentos, pero los empleos a los que aspiran la mayoría de inmigrantes son casuales e informales. Además, habiendo tanto flujo de mano de obra barata, la actual economía dispone de muchas manos ávidas para llenar cualquier posición a cambio de una sencilla y muchas veces no muy justa remuneración. Es por esto que intentar pertenecer a una sociedad altamente tecnificada y avanzada puede llegar a ser más traumático que vivir en el más recóndito de los pueblos o asentamientos humanos.

Una sociedad de una ciudad australiana es lo que una sociedad como la colombiana aspira a ser. Tiene cultura, entretenimiento, gastronomía, alamedas peatonales, avenidas con gran circulación de automóviles, diversidad de religiones, y más aún, todo tipo de ciudadanos de todas partes del mundo. Esto desde afuera, porque adentro la ciudad es igual a cualquier ciudad latinoamericana, con la diferencia de ser más organizada, más limpia y no tener perros callejeros.

Entonces vienen la pregunta: ¿si en Australia la sociedad es tan perfecta, por qué la gente que va no se queda allá?
No lo sé. Lo que sé es que el latinoamericano necesita o se siente a gusto en el desorden, llegando al punto de sentirse desbalanceado en una sociedad donde todo es pulcramente organizado. También sé que el latinoamericano llega con la idea de quedarse, pero una sociedad avanzada, con mucho dinero en juego, es muy competitiva, y el latino, que bien podía ser un gerente en casa, afuera gana más haciendo un trabajo menos calificado, volviéndose así en un esclavo muy bien remunerado, y esto con el tiempo cansa.

Otra de las limitantes determinantes es el dinero y las facilidades para alcanzar a una visa con amplias posibilidades. Dentro de las leyes de inmigración cada país presenta algunas fortalezas, ya sea en educación o en ciertos sectores económicos, y en este punto latinoamérica está bastante mal comparativamente hablando con la educación impartida en el resto del mundo.

Esto es cierto hasta cierto punto. Es muy común ver a un australiano con un muy buen empleo, pero con mucha menos cultura general que un latinoamericano.
Para este punto les comentaré una experiencia.


"Un empleado preparando"


Cuando estaba trabajando en un local de sánduches tenía que atender a la más diversa clientela, por momentos las mareadas de gente eran tan altas que rara vez notaba uno al cliente, sin embargo habían momentos en los que uno podía llegar a charlar algo con ellos. Fue en una de estas oportunidades cuando un joven lleno de artefactos fotográficos entró al establecimiento. Él venía hablando de sesiones de modelaje y en sus equipos se notaba un alto presupuesto, así como gran infraestructura. No recuerdo qué ordenó, lo que recuerdo es que mientras yo preparaba su sánduche él me preguntó "cómo iba todo". Naturalemente yo le dije que bien, y sin dejar de notar sus aparatos yo empecé a preguntarle por su trabajo de fotógrafo. Él me dijo que era sólo fotografía.

Fue en este momento en que yo le dije que él estaba escribiendo con luz. Él no me entendió, y su compañero profirió una sonrisa, mientras él, sardónico, lo imitaba. Me preguntó acerca de qué había querido decir con ello de escribir con luz. Yo me disculpé y le dije que sólo me estaba refiriendo a la fotografía por ello de la raíz etimológica de la palabra, de que los griegos le llamaban el escribir con luz, pero que eso lo usaban los egipcios hace mucho tiempo. Luego le hablé de Niépce, de Daguerre, hasta de Kodak, y nombré a uno que otro fotógrafo de mis favoritos. La verdad no dije mucho, ni profundizé en ello. La charla fueron unos cuarenta y cinco segundos, o lo que demoraba en estar listo el sánduche que yo preparaba. Recuerdo que mientras yo hablaba, su amigo y él borraron la sonrisa de sus rostros, luego se quedaron muy serios. Les pregunté si querían alguna salsa con su "sub", pero recuerdo que él me contrapreguntó: "si usted sabe eso, ¿qué hace vendiendo sánduches?" (If you know that, what are you doing selling subs?). No supe responderle, simplemente le dije que yo no los vendía, yo simplemente los preparaba, porque para vender yo no había sido entrenado.

La historia continuó, el tipo salió del local y yo seguí preparando más sánduches. Al final no duré mucho en ese cargo, encontré otras oportunidades laborales donde pude aplicar mi conocimiento y mi carrera, pero la verdad nunca me interesó "venderme" porque en mi nuevo punto de vista de Metafísica Publicitaria yo no busco hacer el mejor lucro, solamente quiero seguir aprendiendo y educándome en muchas más cosas, y si por ello me pagan, así sea poco, para mí es bienvenido.

Por esto fue que volví.

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