Inmigración Publicitaria



Voy a empezar el primer número de Metafísica Publicitaria, El Blog, hablando de la "publicidad" que hacemos los viajantes en un puesto de inmigración.

Las zonas de control de inmigración, ya sean viajando por tierra o por aire, son lo mismo: un pequeño cubículo donde un funcionario decide tu entrada al terreno al que deseas ingresar, que en este caso es un país. Bien, yo los ubicaré en la zona de inmigración del aeropuerto internacional de la ciudad de Sydney Australia. ¿Por qué escogí este sitio y no otro? Bueno, hubiera podido ser Buenos Aires, pero por dos razones no fue así. Primero porque Sydney es un puerto mucho más internacional y cosmopolita que lo que puede llegar a ser y es Buenos Aires; y segundo, porque son las únicas dos ciudades por las que he pasado inmigración, y su diferencia es palpable.

Cuando abandoné el avión procedente de Buenos Aires y tras casi dieciseis horas de vuelo, mas una hora de escala técnica en Auckland Nueva Zelanda, fui dirigido por un gran túnel hasta la zona de control migratorio de la Mancomunidad de Australia. Durante el trayecto se llega a un gran corredor, que es donde desembocan muchos de los túneles que traen a otros viajantes de otras partes del mundo.

Mientras el grueso de personas van caminando con sus equipajes de mano, hay por el camino muchas canecas de basura para arrojar los objetos que no pueden ser ingresados al país, tales como semillas, muestras vegetales o minerales y comida foránea. Además a esto hay mucha publicidad acerca de los peligros de la alteración del ecosistema, del respeto por las leyes locales, y sobretodo, avisos de bienvenida en varios idiomas.

El final del pasillo es un gran salón con muchos cubículos, pero con unas diez grandes divisiones aproximadamente. Las divisiones son el espacio para hacer fila y así presentarse al agente migratorio correspondiente. En un aeropuerto como el de Sydney la cantidad de turistas es tan grande, y tan variada, que las puertas están divididas respecto al sitio de origen de cada uno de los viajantes.

En la primera puerta se recibía a los ciudadanos australianos y neozelandeses. En el dintel de la misma un letrero les da la bienvenida a su casa, y estas personas pasan casi que sin ningún tipo de control.

La segunda puerta era destinada a los ciudadanos norteamericanos. Aquí si voy a detenerme para hacer más observaciones y voy a generalizar con el riesgo de ser bastante subjetivo y parcializado. La mayoría de personas que vi en la puerta de inmigración para accesar a Australia provenientes de los Estados Unidos eran de edad avanzada, y hablando de los hombres, todos miraban todo a su alrededor con un gesto de sonrisa perpetua que les daba un aire de imbecilidad implícita, rasgo bastante notorio en George Bush padre. Además de lucir sandalias y medias se caracterizanban por ser rubios y de ojos claros. Llevanban algo que los identificaba como "americanos", ya sea porque portanban una bandera en alguna parte de su indumentaria, o bien porque su ropa lo decía con el estampado de un águila calva, con un tanque, un misil o con la sigla USA plagada de rutilantes estrellas sobre un fondo azul. En el caso de las mujeres acompañantes de estos, ellas parecían abuelitas de Betty Crocker. Con sus peinados muy bien llevados y ropas en tono pastel son pequeñas y delicadas, y casi todas llevaban una gorra donde se hacía propaganda a la bandera estadounidense. La pareja de familia norteamericana de la posguerra es un anuncio publicitario, portan gafas Nike, sandalias Nike, ropa y medias Tommy Hilfiger, cámaras Canon, maletas Samsonite y una risa idiota tan americana como los finales felices del celuloide hollywodense.

La puerta que seguía era para los ciudadanos europeos. De estos no había muchos, sólo unos pocos que parecían ser de Inglaterra. Estos en su mayoría eran seres serios y feos. La fealdad del europeo es lo que los hace más atractivos, porque saben llevarla con clase y distinción; lo que quiere decir que son feos feísimos y actúan orgullosos de ello, hasta llegar al punto de no mirar a su alrededor. En estos habitantes del planeta las marcas exhibidas es una gazmoñería digna de mentalidades inferiores, porque simplemente ellos llevan cosas más diseñadas. Siempre se les ve un libro a la mano y van protegidos ya sea con un paraguas o una bufanda, que en un sitio como Australia llega a ser útil durante un pequeño lapso de tiempo. Los colores vestidos por estos son oscuros y sin vida, tonos para pasar desapercibido en cualquier ciudad civilizada, y además en el aspecto estético todo esto combina con sus dientes, que son grandes desordenados y amarillentos.

Siguiendo con las puertas era el turno para los asiáticos. De estos puedo decir que era la puerta con más número de personas y que todas eran las más jóvenes comparativamente hablando. El promedio de edad no pasaba de los treinta y partía desde los doce. Digo esto porque el ciudadano asiático (llámese Asia a Japón, Corea del Sur, China, Hong Kong principalmente) luce mucho más joven de lo que es, además porque para ellos la edad verdadera cuenta desde el momento en que fue fecundado, y no del momento en que fue parido. Todos ellos son sonrientes y portan cámaras o diccionarios digitales que traducen a su idioma de origen. Su ropa es combinada y muy pulcra, visten indumentarias diseñadas y extrañas, además porque tienen un sentido de la estética bastante particular. Son muy amigables, extremadamente tímidos y muy respetuosos.

Después de estos estaban los viajantes venidos de medio oriente. El color blanco y negro en las ropas se mezclaba con el dorado, y así como por momentos pueden llegar a ser bastante ostentosos, son muy amables con todas las personas sin importar de dónde sean estas. Por lo general la persona de medio oriente puede ser fácilmente confundido con un latino (cuando digo latino me refiero tanto a los latinoamericanos, como a aquellos europeos del sur, especialmente de alrededores del mediterraneo), por ello del mestizaje que se produjo en el sur de Europa y el norte de África, también porque muchos de sus predecesores emigraron a América y una vez allí se mezclaron con los habitantes.

Siguiendo con el conteo de puertas, las siguientes estaban vacías. El resto destas correspondían a África y Centro América hasta donde recuerdo. Sumado a todo lo anterior habían módulos desolados que creo son usados en los momentos de mayor afluencia de pasajeros, esto debido a que un aeropuerto internacional de esta envergadura está, y debe estar preparado, para afrontar cualesquiera tipo de contingencias, más aún tratándose de número de viajeros.

Ahora llego a la parte que me interesa explicarles. Es curioso pero cuando estábamos esperando a abordar el avión en Buenos Aires había gente de casi toda Suramérica. Las personas del Brasil eran las más coloridas y las de piel más oscura. Hablando de una cosa curiosa, muchos de los viajantes que van a Australia por Argentina o Chile es porque carecen de una visa de entrada a los Estados Unidos, esto no es misterio, pero sí lo fue en el caso de los brasileños que iban en el avión, todos afrodescendientes e integrantes de un equipo deportivo nacional. La verdad es que gran parte de los brasileños que conocí después en Australia eran rubios, de ojos azules, con apellidos europeos, doble nacionalidad, y de bastantes reais en su cuenta de banco habían decidido arribar vía Estados Unidos.

En el avión había también muchos argentinos, que dentro del aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires parecían ser de la realeza del cono sur. No miraban a nadie y tampoco compartían con nadie que no fuera argentino. Las aeromozas de la aerolínea eran mucho más condescendientes con ellos, porque hay que decir que con los brasileños, o en mi caso particular al pedir un jugo, fui tratado de una manera muy poco amigable, que bien sirvió para que yo no pidiese nada más durante el resto del recorrido.

Lo que quería explicar con esto es que al llegar a Sydney y al ser relegados a la última puerta de embarque migratorio, las diferencias se pulieron hasta el punto de ser inexistentes. Los argentinos parecían mucho más amables y los brasileños, tan orgullosos, coloridos y musicales, eran serios, como los demás, por ello de que el ser de América del Sur pareciese ser un riesgo biológico, y más aún si se es de un país que haga parte de la "peligrosa" amazonía. Cuando llegué a esta puerta y vi que éramos los que más nos demorábamos en los controles, y que éramos también los únicos con las maletas forradas en papel plástico de cocina (vinilo o vinipel), comprendí que ser de esta parte del planeta significa ser del "tercer mundo", porque significa ser de la parte del mundo donde los políticos son corruptos, donde existe la mayor desigualdad social, y donde la gente todavía se mata en las calles, como lo muestran las películas gringas, ígnaras muestras de una actualidad maquillada y publicitariamente peligrosa, y que para ser más terrible se muestra como cierta y en el mundo es creída como tal.

Pero esto fue simplemente un pequeño recuento de un puesto migratorio. Si algún día ve que alguien en un aeropuerto, o una frontera, no habla y solo observa como si hubiese sido sacado de alguna jungla, puede aquel que sea un tipo como yo, que luego va a escribir, a tipificar, a ahondar en las diferencias, queriendo decir que aunque seamos de una parte distinta, y esta nos cause ciertos problemas, al final somos parte del mismo mundo desigual que no es mejor ni peor, simplemente es un lugar lleno de bellas diferencias e "injusticias" relativas, adquiridas desde el momento de nacer de sus habitantes, simplemente, por la ubicación geográfica de dicho acontecimiento.

Sellado y firmado, fin de la inmigración.

Comentarios

Entradas populares